• Homosexualidad

    Mujeres homosexuales: las grandes olvidadas

    Tradicionalmente, la historia no ha dado gran importancia a la homosexualidad entre las mujeres, esa es la verdad. Y es más: no sólo históricamente, sino que incluso religiosamente y éticamente, el lesbianismo no ha sido nunca una gran preocupación, ni algo con lo que se tuviera que lidiar ni tomar ninguna clase de decisión. Las mujeres, según podemos recordar hasta hace muy poco, no deben hacer uso de su sexualidad a menos que sea para su función reproductora; aún así, no debe preocuparse por su placer, ni el hombre tampoco, pues es un mero instrumento para la procreación. Con esta opinión, no es que a nadie le preocupara la homosexualidad femenina: es que ni siquiera era tenida en cuenta.

    Bien, pues todo eso cambió con la revolución sexual, cercana a nuestros días, y la liberación de la mujer. Una vez abierto el armario, como vulgarmente se dice, resultó que había el mismo número de mujeres homosexuales que de hombres; y que si nos dirigíamos a la bisexualidad, no había gran diferencia de cantidad en relación al género. La sociedad tuvo que enfrentar este hecho, y la fe cristiana, una de las mayores corrientes religiosas del mundo, no tuvo más remedio que hacerlo también. Y la verdad, la homosexualidad y el lesbianismo no es algo con lo que la Iglesia católica lidie con mucha habilidad, como ya hemos visto en numerosas ocasiones, gracias a comentarios que muchos ministros y mandatarios de la institución han ido soltando como perlas, y que nos han dado una idea de la cierta intolerancia que tiene hacia estos temas.

    Pero como dicen por ahí, no hay más remedio que rendirse a la evidencia. Hay quién dice por ahí que eso del lesbianismo, en realidad, es algo que se ha puesto de moda, y que parece muy chic eso de declarar que te gustan las mujeres (si eres mujer, claro está). Al principio de la liberación femenina y del movimiento LGTB, parecía que las palabras boyera y tortillera eran un tanto peyorativas ( y de hecho lo eran), pero en la actualidad ya no parecen levantar tantas ampollas como antes, no sé muy bien por qué razón. Y de todas formas, la cosa se ha vuelto tan cotidiana, que ver lesbianas follando es la mar de frecuente, mucho más si me apuras que ver a gays. Cualquier página web porno está llena de vídeos de mujeres teniendo sexo, sin que sea algo que tengas que buscar explícitamente, y no parece que nadie se escandalice; para colmo, hay ciertos estudios que certifican que a ellos entran tanto hombres como mujeres, y estas últimas no tiene por qué ser necesariamente homosexuales. ¿Qué te parece esta conclusión?

    Bueno, puede que a los ojos de los ministros de la Iglesia y de la comunidad cristiana en general esto del lesbianismo haya llegado tarde, y por supuesto mal, pero no te preocupes: se han podido escuchar las mismas burradas que se escuchan cuando se habla de la homosexualidad masculina (mira, en esto sí que no hay discriminación). Que si es una enfermedad, que si es una moda, que si es inducida por el ambiente y las personas que rodean a un individuo… y en el caso de las lesbianas, la última perla: que son las madres las que con sus actuaciones ambiguas o exageradas pueden llegar a hacer que las hijas duden de su sexualidad, y no tengan clara su natural inclinación hacia los hombres (eso de «natural» sería algo para discutir). Por suerte, el cristianismo está empezando a ser una religión que cada vez se rige más por lo que las personas que realmente viven la realidad de la sociedad expresan, y no por ciertos libros litúrgicos con dogmas inamovibles que no hay manera de que evolucionen. Con esto quiero decir que el conjunto de fieles cada vez se compone más de gente abierta que escucha y piensa por sí misma, sin que eso tenga nada que ver con su fe en Dios; y por ende, es de esperarse que todas estos opiniones retrógradas y sin sentido vayan desapareciendo poco a poco.

  • Homosexualidad

    La autosatisfacción sexual, un tema controvertido

    Si hay algo sobre lo que los cristianos de la vieja escuela, aquellos de la corriente más rancia, clasista y reprimida que existe, acusa a los gays, es sin duda de su promiscuidad sexual. O, en general, del vicio que tienen cuando se trata del la sexualidad, como si el ser marica (palabra con feas connotaciones sociales, pero que curiosamente se refiere más al aspecto que a la verdadera identidad de sexo) fuera sinónimo de ninfomanía o deseo desmedido. Y es que hay mucha desinformación por el mundo, fíjate tú.

    Y por supuesto, para toda esta gente religiosa con ideas retrógradas, el primer signo de homosexualidad, y también de vicio, es la autosatisfacción sexual, o dicho coloquialmente, la masturbación. Lo más gracioso es que esta práctica no es exclusiva del sexo masculino, por supuesto que se extiende a cualquier ser humano del género que sea, y a un montón de seres vivos, ya puestos a hablar del tema; sin embargo, hubo una época en que pillar a hombres masturbándose mientras miraban porno gay era un escándalo mayúsculo y una prueba de homosexualidad clara y sin paliativos. Por suerte, esto fue cambiando con el tiempo, y curiosamente, se llegó al extremo contrario: cuidado con matarte a pajas, eres un adicto al sexo y seguramente te vas a quedar enano porque tu energía vital va a irse en cada una de tus corrida (la cultura popular ¡cuánto daño ha hecho!).

    Bien, pero yendo al quid de la cuestión, y para aclarar conceptos, deberíamos dirimir: ¿Es la masturbación un pecado? Realmente, en ningún momento de la Biblia, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento, se habla de este tema, así que fue decidido por los hombres preclaros de la jerarquía de la Iglesia. Lo bueno es que tampoco aquí hay opiniones objetivas ni fundadas racionalmente (no debería sorprendernos, la fe tiene muy poco que ver con la razón, o eso es lo que nos dicen al menos), y la explicación es que, por supuesto, va contra la ley de Dios, ya que éste sólo permite disfrutar de la sexualidad dentro del matrimonio y con fines reproductivos. De dónde han sacado esto, pues bien, es una interpretación bastante libre de las escrituras y textos sagrados, pero sea como fuere, funcionó bastante bien durante siglos.

    Pero por suerte, hemos llegado a donde estamos porque la sociedad ha avanzado, y el hecho de que el hombre sea un ser sexual, más allá de una creencia u otra, y con explicación científica, ha hecho que algo de sentido común al cristianismo, o más bien a sus jerarcas. Y es que, para empezar, uno ya nace con un sexo asignado, sea hombre o mujer, o por supuesto gay, lesbiana o transexual, como por fin hemos visto y aceptado. El tener esto en consideración y actuar en consecuencia no parece que sea algo que ofenda a Dios ni, para el caso, a ninguno de nuestros semejantes, así que cada vez se ajusta menos a la definición clásica de «pecado«. Así que quizá, el que nos guste masturbarnos, no es algo que debamos confesar ante un sacerdote, porque en realidad no es una falta.

    Muchos estudios hablan a favor de la masturbación como una forma de llevar una vida sexual sana. Es una forma de liberar tensiones y de proporcionar a nuestro cuerpo y mente un momento de placer; y sexualmente hablando, no hay mejor manera de conocer nuestro cuerpo y nuestros gustos, por lo que la vida de pareja, sea de la condición que sea, también se ve beneficiada. Y la verdad, como opinión personal, que andar haciéndote pajas o haciéndote un dedo, dependiendo de tu sexo, sea algo que pueda llegar a infringir alguna regla religiosa… no lo veo, creo que Dios tiene mejores cosas que hacer que realmente controlar nuestras masturbaciones.